Este año, como todos los demás, ha tenido sus claros y sombras, pero ha sido marcado sobre todo por grandes alegrías. Hubo un acontecimiento que no se repetirá probablemente nunca.
Hace dos años, en 2008, fue canonizada una beata ecuatoriana oriunda de un pueblito a 35 km de Guayaquil. Se llamaba Narcisa. Es ahora Santa Narcisa. Es una santa muy querida por el pueblo de la costa y le atribuyen muchos milagros.
Después de una vida mística muy austera y de penitencia, terminó sus días en Lima (Perú) y su cuerpo incorrupto fue regresado al Ecuador mucho tiempo después de su muerte.
El obispo de nuestra diócesis quiso marcar esta canonización por distintas obras físicas. Una constructora construyó por iniciativa propia en la entrada del pueblo, una gran estatua de la Santa, si bien ya existía una más pequeña en una glorieta.
Esto llevó al obispo a querer cambiar la estatua pequeña para que no haya repetición de la misma imagen religiosa. Motivado por el rector del Santuario de Santa Narcisa y después de madura reflexión decidió construir en la entrada del pueblo la Cruz de la Unidad símbolo del Movimiento Apostólico de Schoenstatt.
La Aldea ha sido el principal actor de este acontecimiento y durante casi un año trabajó en la elaboración y conducción del proyecto. No contaremos aquí todas las peripecias. Como nos decía alguien, mientras que en Europa se quitan las cruces de los lugares públicos aquí se las construye en el cruce de los caminos.